Desde que inició esta cuarentena, he aprovechado a leer algunos de los libros que en algún momento adquirí, pero nunca leí. Y, de manera providencial, en cada libro o artículo que leía de una u otra forma salía a flote esta frase que captó mi atención «para los cristianos orar es como respirar». Lo cual me llevó a hacerme algunas preguntas, quizás, algo inusuales ¿Cuántas veces respiraré al día? ¿Soy realmente consciente de mi necesidad de respirar? John MacArthur responde a mi segunda pregunta en su obra titulada A Solas con Dios, diciendo: «Usted no tiene que pensar para respirar porque la atmósfera que nos rodea ejerce presión sobre sus pulmones y lo fuerza a respirar. Por eso es más difícil aguantar la respiración que respirar».[1]
Entonces, si seguimos con la analogía que algunos hombres de Dios han hecho, deberíamos llegar a la conclusión de que «La respiración es al cuerpo lo que la oración es al alma». Juan Calvino se refirió a la oración como «El alma de la fe. Así como el cuerpo muere cuando el alma se va, la fe misma muere cuando la oración desaparece».[2] Pero, ¿Por qué los cristianos no oramos? ¿Por qué preferimos aguantarnos la respiración espiritual por largo tiempo? Tristemente, muchos cristianos hoy en día desaprovechamos este medio de gracia que el Señor nos ha regalado, e ignoramos los profundos beneficios que el Señor ha diseñado para quienes se aferran a ella.
El testimonio de las Escrituras
Si echamos un vistazo al Antiguo Testamento, nos daremos cuenta que el tema de la oración se encuentra impregnado en cada una de sus páginas, siendo Génesis 4:26 la primera mención de un pueblo, la generación de Set, clamando a Dios. «Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová». De ahí en adelante muchos otros hombres de Dios invocaron el nombre de Jehová, tales como: Noé, Abraham, David, Daniel, Esdras, Nehemías, entre otros.
Cuando llegamos al Nuevo Testamento, la oración sigue siendo fundamental para la relación del hombre con Dios. La oración, formó parte esencial en la vida y ministerio de nuestro Señor Jesucristo. Según lo describe Marcos 1:35 «Levantándose [Jesús] muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba». Por otra parte, en Hechos 2:42, se nos dice de la iglesia primitiva que «perseveraban en la doctrina de los apóstoles,… y en las oraciones». De igual manera, el apóstol Pablo se caracterizó por tener una vida sumergida en la oración. 1 Tesalonicenses 3:10 dice: «orando de noche y de día con gran insistencia».
Sin lugar a dudas, los creyentes de antaño entendieron el grado de importancia que tenía la oración en sus vidas. Pero, ¿Qué de los creyentes en estos últimos cincuenta años?
Hace casi treinta años, a unos diecisiete mil cristianos evangélicos que asistieron a una conferencia se les preguntó acerca de cuánto tiempo dedicaban a la oración diariamente. Ellos informaron que oraban, en promedio, menos de cinco minutos al día. En la misma conferencia había dos mil pastores, en promedio, con sus esposas y se les hizo la misma pregunta. Ellos informaron que oraban menos de siete minutos al día. Parece que la oración se ha convertido, en realidad, en el deber más descuidado del cuerpo de Cristo. Por desdicha, es poco probable que esos números hayan cambiado en los años subsiguientes.[3]
Pero, ¿Por qué los cristianos no oran?
Nada es más fundamental para la salud de nuestra propia fe cristiana que la oración. Todos decimos que lo creemos y lo afirmamos. Entonces la pregunta es ¿Por qué no oramos? ¿Cuáles son las razones que damos para no orar? Realmente hay una sola razón que casi siempre ofrecemos y es que no tenemos tiempo. «Me gustaría orar más, pero estoy demasiado ocupado» es la excusa más común.[4]
Y, tristemente, tengo que confesarles que esa fue mi excusa por mucho tiempo. Pero Dios, que es rico en sabiduría, usa las circunstancias caóticas de este mundo para cumplir sus propósitos en nuestras vidas. Un claro ejemplo de ello es la famosa «Cuarentena». Toma un tiempo para responder esta pregunta ¿Será el tiempo verdaderamente un obstáculo para no ir a Dios en oración? Si somos realmente sinceros con nosotros mismo y con Dios, un gran ¡No! saldrá de nuestros labios. Entonces, ¿Cuáles son las verdaderas razones por las que no oramos? Estas son algunas de las razones que aprendí del pastor Tom Pennington en su libro “El pastor como líder”.
Una razón por la que los cristianos no oran es por la falta de humildad. Desde que nuestros primeros padres conocieron el pecado, el hombre ha buscado ser independiente. Pero la independencia no es un reflejo de madurez espiritual ni es el camino para llegar a ella. La madurez espiritual está marcada por creer lo que nuestro Señor Jesucristo dijo en Juan 15:5 «porque separados de mí nada podéis hacer». Asimismo, si leemos con detenimiento el texto de 1 Pedro 5:6–7, nos daremos cuenta que la humildad está íntimamente ligada a nuestra dependencia hacia Dios. «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios…echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros». En otras palabras, cuando oramos, estamos reconociendo delante de Dios nuestras limitaciones e incapacidad de hacer algo por nosotros mismos. Y, al mismo tiempo, demostramos que confiamos en Dios para nuestra provisión. Agustín escribió: «Antes de saber qué y cómo orar, debes convertirte en una clase de persona [humilde]. Debes considerarte desolado en este mundo, cualquiera sea la prosperidad de que disfrutas».[5] Énfasis añadido por el autor.
Una segunda razón por la que los cristianos no oran es por la falta de fe. Sin duda, una de las cosas que más disfruta el mundo moderno, es obtener las cosas en menos tiempo y con los mejores resultados posibles. Y cuando vamos a Dios, pensamos que debería ser igual. Oramos y pensamos que cinco minutos después alguien tocará a nuestra puerta para traernos lo que habíamos pedido. Y cuando ello no ocurre, nos preguntamos: ¿Por qué sigo en la misma situación? ¿Por qué no veo cambios en mi vida? ¿Por qué orar, sino obtengo lo que quiero? Quizás ese no sea tu caso. Pero eres de esas personas que dudas en cuanto a si algo va o no a suceder. Santiago 1:6 dice: «Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra».
Una tercera razón por la que los cristianos no oran es por la falta de obediencia. Orar no es una opción, es un mandato claro en las Escrituras. 1 Tesalonicenses 5:17 afirma: «Orad sin cesar». Romanos 12:12 dice: «gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración». Efesios 6:18: «orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu». Colosenses 4:2: «Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias». 1 Pedro 4:7 añade: «Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración». Por consiguiente, la oración debe ser el constante patrón diario de nuestras vidas. No orar, no solo nos privará de los beneficios que el Señor ha diseñado para quienes se aferran a ella, sino también, estaremos pecando delante de nuestro Dios al desobedecer su voluntad.
Disfruta la Gracia de tener la atención de Dios
Dios, por medio de su Palabra, ha tomado la iniciativa de revelarnos su corazón, voluntad y propósitos, siendo su Hijo la culminación de su revelación. Tal como lo expresa Hebreos 1:1–2: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo». Sin embargo, la mayor muestra de su gracia es que no solo se revela a sí mismo y nos llama a oír su voz, sino que también nos quiere oír a nosotros. El Dios que habla, no solo ha hablado, sino que también oye, se detiene e inclina su oído para oír el clamor de su pueblo. Cristiano, tienes acceso al oído de Dios, no desperdicies tan hermosa muestra de Su Gracia.
El gran propósito de la oración
La oración para el cristiano no es simplemente hablarle a Dios, sino responder a aquel que se nos ha acercado. Él ha hablado primero. De tal manera que la oración no es una conversación que nosotros iniciamos, sino una en la cual fuimos incluidos. Es su voz la que, primero, irrumpe en el silencio. Por tanto, la oración no comienza con nuestras necesidades, sino con Su abundancia. En consecuencia, el propósito fundamental de la oración es la adoración, y solo más tarde llegan las súplicas. Ray Stedman escribió: «Antes de orar, medita en Dios. Antes de clamar, asegúrate de comprender quién es el Padre. Enfócate en el Creador antes de centrar la oración en tus peticiones, tus heridas, tus necesidades y tus sentimientos».[6] Agustín añade: «La oración nos muestra que necesitamos muchas cosas. Sin embargo, si nosotros hacemos de Dios nuestro más grande amor, y, si conocerlo y complacerlo a Él es nuestro mayor placer, esto transforma el qué y el cómo cuando oramos por una vida dichosa».[7]
[1]John MacArthur, A solas con Dios, (Alabama, USA: Editorial Mundo Hispano, 2008), 11.
[2]Tom Pennington, cita a Juan Calvino en su obra titulada, El pastor como líder, (USA: Editorial Nivel Uno, 2016), 45.
[3]Don Whitney, Spiritual Disciplines of the Christian Life (Colorado Spring: NavPress, 1991), p. 62.
[4]Tom Pennington, 47.
[5]Tim Keller. “Agustín sobre la oración”, Coalición por el Evangelio. https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/agustin-la-oracion/ (consultado el 04 de mayo de 2020).
[6]Ray Stedman, Cuando Dios no contesta tus oraciones: Salmo 77, (USA, Ministerios RBC, 2012), posición en Kindle 155 de 510.
[7]Tim Keller. “Agustín sobre la oración”.
Autor
Sirve como uno de los pastores de la Iglesia Bautista Gracia, en Lima - Perú. Estudió una Licenciatura en Teología Pastoral en la Universidad Cristiana de Las Américas en Monterrey, México. Está casado con Jessica López con quien tiene un hijo llamado Josías.
- Daniel Antonhttps://blog.graciaenlima.com/author/daniel/
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