¿Por qué importa el mensaje de la Reforma?

Desde muy niño crecí leyendo historietas y relatos de personajes bíblicos. En varias oportunidades mi mamá me compró revistas cristianas que contenían historias bíblicas. La primera vez que me cruce con la palabra “reforma” fue leyendo una de éstas revistas. Como niño no sabía todo lo que implicaba esa palabra dentro de su contexto.

Mucho tiempo después, tomé un libro de la historia del cristianismo, y nuevamente leí parte de la historia de la reforma, pero no había alguien directamente que me pueda explicar todo lo que abarcaba dicha historia. Lo único que llegó a mis oídos fue la siguiente frase: “Martín Lutero fue un monje que protesto”. En vista de no tener mayor información, deje a un lado mis deseos por conocer más sobre el tema.

Ya con mayor edad, volví a escuchar de la Reforma entre los cristianos. Algunos hablaban de ella con un sentir de desprecio y rechazo, al punto de considerarla herética. Mientras que otros hablaban de ella con un sentir de arrogancia, que por su forma de comunicarse se podía percibir algo de idolatría. Estas apreciaciones crearon en mí, nuevamente, un deseo por descubrir el mensaje de la Reforma y hacerme la siguiente pregunta: ¿Por qué importa el mensaje de la Reforma?

Hace poco leí un artículo escrito por R.C. Sproul, donde explicaba la historia de la Reforma de una manera resumida. Si hay algo que me impacta de la vida de este hombre no solo es su erudición, sino también su humildad para expresar de manera sencilla y a la vez profunda su valoración sobre diversos temas. Y su opinión sobre este tema es la siguiente:

“La Reforma fue impulsada por un estudio profundo y serio de la Biblia. La Reforma se describe frecuentemente como un movimiento que giraba en torno a dos cuestiones fundamentales. La llamada causa «material» fue el debate sobre la sola fide («justificación por la fe sola»). La causa «formal» fue sobre la sola Scriptura, es decir, que la Biblia, esto es, la Biblia sola, tiene la autoridad para atar la conciencia del creyente. Los reformadores respetaron la tradición de la Iglesia, pero no la consideraron una fuente normativa de revelación. La «protesta» del protestantismo fue más allá del tema de la justificación por la fe sola, desafiando muchos dogmas que surgieron en Roma, especialmente durante la Edad Media”.[1]

Según relata la historia, Europa a mediados del siglo XVI se encontraba bajo la influencia oscura de la iglesia católica. Dicha oscuridad se manifestó en la venta de “indulgencias” como el medio para recibir el perdón de pecados. Por otra parte, las Escrituras fueron olvidadas, por ende, ya no se oía proclamar la verdad de Dios como se solía hacer antes. Asimismo, la iglesia católica, estaba sumergida bajo un poder político-religioso que la llevó a entrelazar vínculos notables de corrupción. Los tiempos difíciles y oscuros de la iglesia no eran diferentes a los que se vivían en la sociedad.

Esas épocas eran muy semejantes a las de la nación de Israel, cuando la ley estuvo oculta y tiempo después fue hallada durante el reinado de Josías (2 Reyes 22-23). El pueblo vivía bajo el gobierno del pecado en sus corazones, producto de la ignorancia de la Palabra de Dios por mucho tiempo. Una vez redescubierta la ley de Dios, el rey Josías la leyó públicamente y estableció reformas, buscando que el pueblo pueda volverse a Dios en fe y arrepentimiento.

El tiempo ha avanzado, quinientos años después de la reforma, y el panorama no ha cambiado mucho. Muchas iglesias en América Latina han dejado las Escrituras por seguir tradiciones, pactos o textos secundarios hechos por manos humanas. Estos escritos tienen un valor para la iglesia, pero jamás deberían reemplazar o ser elevados a una posición similar al de las Sagradas Escrituras. Debemos recordar que solo la Escritura es nuestra máxima autoridad en fe y práctica (2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:19-21).

Necesitamos iglesias que crean y prediquen que la salvación es solo por la fe en Jesucristo, sin las obras de la ley (Romanos 3:28; 5:1-2). Esa verdad debe movernos a descansar plenamente en la obra de Jesús y no en la nuestra. No debemos olvidar que la única manera de que el hombre puede ser justificado es por medio de la justicia de Cristo.

Muchos creyentes creen que para acercarse a Dios se necesita traer algo para lograr una aceptación, dejando de lado que la única manera que podríamos acercarnos a Dios es con una vida vacía, sin nada, reconociendo que Él nos buscó primero solo por su gracia (Efesios 2:8).

En muchos lugares existen movimientos o grupos religiosos que dicen seguir y hablar de Jesús, pero en muchos casos basados en solo aspectos morales y tradicionales de la enseñanza de Jesús. Jesús no es solo un ejemplo que quiere ayudarnos en nuestra moralidad, sino que es principalmente es el Salvador. Solo Cristo es el verdadero camino, la única verdad y la vida para el alma del hombre (Juan 14:6).

Muchas iglesias de hoy están establecidas bajo una perspectiva antropocéntrica, donde el único punto de adoración es el hombre mismo. Muchos ministerios se establecen para buscar elogios, reputación y gloria personal. El hombre se ha convertido en centro de atención de todo. Necesitamos regresar a las Escrituras y reconocer que solo Dios meceré la gloria. Si existimos es para la gloria de Dios, si nos movemos es por la gloria de Dios, y cualquier obra que se efectué debe rendir gloria a Dios (Romanos 11:36). En mi corta vida, he notado con tristeza esta necesidad en la vida de los creyentes y no creyentes.

Por estos motivos, veo pertinente resaltar estas cinco verdades más conocidas como las “Cinco Solas”, con el propósito de llamar la atención al lector de volver a Dios. No me considero “reformado”, ni mucho menos un “reformador”, sólo soy un cristiano que aprecia la historia de la Reforma y que tiene la intención por medio de este artículo ver la verdad bíblica a través de la historia del cristianismo que sigue vigente hasta el día de hoy.

[1] R.C. Sproul. La Historia de la Reforma. Artículo tomado de https://es.ligonier.org/articulos/la-historia-de-la-reforma/

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Vive en Lima, Perú. Es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Gracia. Tiene una Licenciatura en Educación, Maestría en Artes en Southern Baptist Theological Seminary y una Maestría en Divinidad en Midwestern Baptist Theological Seminary. Actualmente, es candidato al Doctorado en Ministerio en Southern Baptist Theological Seminary. Está casado con Laura, con quien tiene una hija. Le encanta leer y tener conversaciones acompañado con una taza de café.

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