La Reforma del Púlpito

Este 31 de octubre se celebrará un año más de la Reforma. Un tiempo en la historia del cristianismo que nos recuerda la necesidad de volver a temas esenciales de la doctrina, promoviendo un despertar por las Escrituras, que nos lleva a recuperar la predicación seria, bajo la fiel exposición de la Palabra centrada en el Evangelio de Cristo.

Los años han transcurrido y la necesidad aún persiste en muchos sectores, aún en círculos evangélicos. Hay muchos “líderes” famosos que han sacado sus ojos de las Escrituras y han reemplazado la revelación escrita, más segura que puede existir, por tradiciones, experiencias y creencias humanas. Muchos “predicadores” están más fascinados por mover las emociones del hombre o más aún, sacar provecho económico de los fieles, que de alimentar sus almas con la Palabra.

Por esta razón, no te debe extrañar escuchar a un supuesto predicador dirigirse a un grupo de personas con un evangelio distorsionado donde les ofrece salud, bienestar y prosperidad. Estos hombres denominados “predicadores de la prosperidad” te persuadirán a creer la mentira de que tendrás inversiones, que tus seres queridos no sufrirán, que tu vida estará llena de lujos con casas y carros, y sin descaro te dirán que de eso se trata el mensaje del “evangelio”. No cabe duda, que ellos solo quieren tu dinero, tu tiempo y tus bienes.

Por otro lado, se encuentran aquellos “predicadores” que asumen el rol de un “coaching motivacional”. La preocupación principal de esta clase de “líderes espirituales” es alentar y levantar las emociones, despertando así el ego de las personas. El objetivo principal de este tipo de predicación se enfoca exclusivamente en alcanzar una vida moral. De esta manera, diluyen el mensaje del evangelio, maquillando el pecado de tal manera que no suene ofensivo para el oyente. En conclusión, el hombre se convierte en el centro de todas las cosas.

Muchos seguidores sinceros en su búsqueda de Dios son engañados y otros como diría el apóstol Pablo, “…vendrán tiempos cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír…” (2 Timoteo 4:3). Esto hace justicia a lo que una vez mencionó el teólogo A.W. Tozer:

“Tenemos cristianos despreocupados y seguros de sí mismo con poca afinidad por Cristo y su cruz. Tenemos mozos joviales que andan por ahí, parecidos a maestros de ceremonias de espectáculos. Pero ¿lo están haciendo por amor a Cristo? ¡Hipócritas! No lo está haciendo por amor a Cristo, lo están haciendo para beneficio de su propia carne, y usan la iglesia como teatro, porque aún no han conseguido un legítimo teatro que los albergue. Hoy día, en la mayoría de las iglesias evangélicas, es una práctica común ofrecer a las personas, especialmente a los jóvenes, un máximo de entretenimiento y un mínimo de instrucción formal. En la mayoría de los lugares, es difícil conseguir que la gente asista a reuniones donde la única atracción es Dios. Solo se puede concluir que los que profesan ser hijos de Dios están cansados de Él pues hay que perseguirlos con caramelos multicolores en forma de películas, juegos y refrigerios religiosos”.[1]

En los tiempos de aislamiento, durante la temporada del Covid, muchos de estos centros mercantiles de la fe, dirigidos por falsos maestros que por lo general predican un falso evangelio con el propósito de atrapar fieles para ellos mismos, tuvieron que dejar de enseñar delante de un púlpito. Eso permitió que muchos creyentes piadosos, en quienes Dios ya iba despertando deseos por la Sola Escritura, fueran alimentados soberanamente por predicadores serios centrados en la fiel proclamación del evangelio.

Como cristiano, debo exponer mi vida a la verdadera predicación de la Palabra de Dios cada semana. Como predicador, necesito tomar con mucha seriedad el gran desafío de predicar la Palabra frente a personas que tienen deseos profundos de escucharla. Esto es sólo el comienzo. No podemos omitir que aún persiste la necesidad de hacer una reforma al púlpito. Ese anhelo por volver a la predicación seria de la Palabra en estos tiempos, fue precisamente lo que me llevó a hacerme la siguiente pregunta: ¿Qué aspectos esenciales son necesarios para la predicación?

Si estamos hablando de la predicación, es propicio iniciar definiendo ¿qué es la predicación? Una definición que satisface y resume muy bien todo lo que en esencia es la predicación, se encuentra en las palabras del teólogo J.I. Packer, quien menciona lo siguiente: “La predicación cristiana es la actividad en la que Dios mismo, a través de un portavoz, trae a una audiencia un mensaje de instrucción y dirección acerca de Cristo, que impacta en las vidas y que está basado en las Escrituras”.[2]

La predicación es una proclamación en nombre de Dios. La predicación nace en el corazón de Dios, y al mismo tiempo usa a hombres débiles, imperfectos y pecadores, para revelar lo que el Señor ya comunicó en Su Palabra para Su Iglesia. La exposición de la prédica busca transformar el corazón del hombre. Sin embargo, no debemos pensar que en el acto mismo de predicar hay algún efecto transformador. No es la sabiduría humana ni mucho menos la sabiduría del predicador lo que produce el cambio. Los predicadores deben dedicarle tiempo serio al estudio de la Palabra, pero jamás para controlar los resultados manipulando los corazones de los oyentes. Por eso, esta última declaración nos lleva a responder a la pregunta inicial:

¿Qué aspectos esenciales son necesarios para la predicación?

Habiendo definido la predicación, existen tres aspectos que todo cristiano y predicador deberían considerar de la predicación:

Primero, Dios debe ser exaltado y glorificado y no el hombre. La verdadera predicación se basa en el poder Dios y no en el del hombre. No se trata de la excelencia de palabras humanas, sino del testimonio de Dios. El testimonio de la predicación se trata del testimonio de Dios y no del nuestro. Todo en la predicación debe girar alrededor de la obra de Jesús en la cruz. Por un lado, tu preparación del estudio de la Palabra debe tener el propósito de revelar el testimonio de Dios y no en vanagloriarte de tu estudio intelectual. Si vas a citar a otros autores o comentaristas es para revelar el testimonio de Dios y no para destacar tus conocimientos. Por otro lado, no se trata de despertar las emociones de los oyentes, ni de crear un puente que permita elevar el egocentrismo del hombre. La humanidad necesita escuchar que se encuentra completamente caída en un estado paupérrimo y que la única manera de conocer esa verdad es revelando la gloria del carácter y obra de Dios en la predicación.

Segundo, apela a sus conciencias confrontando los ídolos de su corazón. El corazón del hombre buscará constantemente crear ídolos como salvadores falsos para sentirse realizado en algún punto de su vida. La verdadera predicación que es consciente de esa realidad no buscará suavizar la condición pecaminosa del hombre, sino que la expondrá a la luz de la Palabra de Dios. Aquella exposición no consiste en crear en el hombre una herramienta o recurso que fomente un mecanismo de moralidad. No es mencionar que sólo necesita dejar de hacer las cosas malas e iniciar haciendo las cosas buenas. Por extraño que lo veas, eso a largo plazo producirá frustración porque el problema no es superficial, sino que está localizado en lo profundo del corazón. Entonces, la única manera de llegar a confrontar el pecado del hombre es bajo la realidad de la cruz de Cristo. La cruz revela el pecado del hombre, demostrado que sus injusticias llevaron a la muerte al Hijo de Dios. Además, manifiesta que sus buenas obras no son suficientes para salvar al hombre. La cruz es ofensiva porque revela lo bajo que ha caído la humanidad. Es el poder de Dios por medio de la predicación que inicia abriendo la conciencia y la necesidad del corazón del hombre.

Tercero, busca llevar sus corazones únicamente a Cristo. Nuestros corazones no pueden ser llevados hacia nosotros mismos. Necesitamos salir de nosotros mismos y percibir una verdad mucho más grande. La verdadera predicación nos apuntará siempre a Cristo, quien es toda la sustancia de nuestra existencia en esta vida y en la venidera. Toda prédica debe estar enlazada a Cristo, es decir, no solo debe ser mencionado en el manuscrito, sino que Él debe ser el protagonista principal en el plan de redención de Dios para el hombre. Toda la Biblia apunta a Cristo, por algo Jesús mismo se reveló a los discípulos camino a Emaús, diciendo: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían(Lucas 24:27). Todo tema en la Biblia debe estar directa y exclusivamente vinculado a Cristo. Si vas a hablar de la santidad del cristiano, de la comunión de la iglesia, del gozo del creyente, o cualquier tema, siempre debe estar relacionado con la cruz de Cristo.

En la era de la Reforma y aún en estos tiempos, el púlpito debe ocupar un lugar central en la iglesia, con el propósito de que el mensaje del evangelio de Dios ocupe el centro de nuestras vidas. Si es así para tu vida, entonces anhelarás con prontitud la llegada del domingo para exponerte a la enseñanza y a la predicación de la Palabra centrada en Cristo y en su gracia. Si no estás recibiendo una predicación fiel de la Palabra, busca una iglesia donde se predique a Cristo. Crece por medio de ella espiritualmente como resultado de la reflexión sobre la gracia de Dios en tu vida.

[1] A.W. Tozer, citado por R. Albert Mohler, Jr. Proclame la Verdad. Editorial Portavoz. 2010, p.25.

[2] J.I Packer, citado por Sugel Michelen, De parte de Dios y delante de Dios. Editorial BH. 2016, p.72.

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Vive en Lima, Perú. Es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Gracia. Tiene una Licenciatura en Educación, Maestría en Artes en Southern Baptist Theological Seminary y una Maestría en Divinidad en Midwestern Baptist Theological Seminary. Actualmente, es candidato al Doctorado en Ministerio en Southern Baptist Theological Seminary. Está casado con Laura, con quien tiene una hija. Le encanta leer y tener conversaciones acompañado con una taza de café.

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