Uno de los muchos problemas que la Pandemia del Covid-19 ha traído a la luz, para muchas personas, es la realidad de la pérdida. Los niños han perdido el privilegio de estudiar en un contexto normal de colegio. Otros han perdido la oportunidad de estar con un ser querido que se acerca a la muerte. Otros han perdido la oportunidad de viajar, de visitar a la familia o a los amigos. Los cristianos hemos sufrido la pérdida del privilegio de reunirnos con otros creyentes.
A lo largo de los años, probablemente hayas experimentado otras pérdidas en tu vida: las amistades, la muerte de un ser querido, la estabilidad financiera, o incluso tu salud. Continuando con este pensamiento, podemos decir que es posible que hayas experimentado una pérdida relacionada con problemas que otros ni siquiera conocen, cosas demasiado profundas o demasiado difíciles de poder expresar con palabras.
Quizás te hayas preguntado, ¿por qué Dios permite que los cristianos tengan que sufrir la sensación de pérdida en esta vida? Si leemos la Biblia honestamente, nos damos cuenta de que es una historia de pérdida. A Adán y Eva se les dio un hermoso lugar para vivir donde todas sus necesidades fueron satisfechas. Tenían comida, amistad, comunión con Dios, un sentido de propósito y mucho más, pero perdieron todo. Imagina la realidad de vivir durante cientos de años después de haber sido expulsado del Huerto de Edén, recordando a diario todo lo que perdiste. Piensa en la pérdida que sintió la familia de Noé, especialmente en el momento en que entraron solos al arca. Abraham fue llamado por Dios a dejar todo lo que conocía para vagar por Canaán el resto de su vida. Piensa en toda la pérdida que sintieron él y su esposa Sara. El bisnieto de Abraham, José, cuando fue llevado a Egipto como esclavo perdió a su familia, su forma de vida, su prestigio y más. Podríamos seguir por toda la Biblia y veríamos que todas las historias apuntan a lo mismo: la realidad de la pérdida. ¿Por qué? ¿Qué hay acerca de “la pérdida” que nosotros, como cristianos, necesitamos ver?
En primer lugar, debemos comprender que Dios nunca tuvo la intención de que la vida tuviera un sentir tan profundo de la pérdida. Perder es herir, y así no era el plan de Dios desde el principio.
En segundo lugar, debemos ver que desde el momento en que el pecado entró en este mundo, la pérdida se ha relacionado intrínsecamente con la realidad de la vida bajo el sol (recuerda el libro de Eclesiastés). Cuando la muerte entró en el mundo por el pecado, la pérdida se convirtió en una realidad para toda la humanidad. La naturaleza de la muerte es la pérdida. Cada vez que experimentas una pérdida, experimentas una especie de muerte (la muerte de un sueño, una esperanza, una amistad, una alegría). La muerte, y sus efectos, es el aire que respiramos en un mundo bajo la maldición de Dios a causa del pecado.
En tercer lugar, es muy útil recordar que no estamos solos en la experiencia de la pérdida. Es muy tentador sentirte así cuando pierdes algo que tenías o que esperabas tener. Pero ese sentimiento no es un sentimiento verdadero. Muchas personas experimentan pérdidas. Es muy difícil en ese momento considerar que alguien más esté sufriendo tanto como tú. Pero es ese momento en que más necesitas mirar hacia fuera de ti mismo para considerar que no estás solo en la experiencia de la pérdida.
En cuarto lugar, debemos ver y creer que Dios está usando las pérdidas de nuestras vidas para hacer algo muy bueno en nosotros. Dios nunca obra en nuestras vidas al azar. Todo lo que Él permite es lo que Él ha dirigido con la intención de promover sus buenos propósitos en nuestras vidas. Por esta razón, José, pudo decir esto acerca de la mala decisión de parte de sus hermanos cuando lo vendieron como esclavo: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.” (Génesis 50:20).También David dijo con gran confianza: “Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos.” (Salmo 138:8).
En quinto lugar, es importante comprender que Dios quiere llenar las áreas de pérdida en nuestras vidas consigo mismo. El apóstol Pablo lo dijo directamente: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,” (Filipenses 3:7-8). Hay que recordar que cuando Dios nos quita algo, nunca lo hace porque sea malo con nosotros. Aquellas pérdidas tienen el fin de llevarnos a Él, para que encontremos nuestra satisfacción y gozo en Él por encima de todo.
Finalmente, recordemos que Dios mismo estuvo dispuesto a experimentar la pérdida a un nivel mayor que cualquier pérdida experimentada por un ser humano, incluso Job. Considera la pérdida que Jesús experimentó en el simple hecho de dejar la gloria del cielo para venir a esta tierra. Considera la pérdida de las amistades, las comodidades, el descanso, el tiempo a solas, el prestigio, el éxito, la familia y la vida misma que sufrió Jesús. Pero, sobre todo, considera la pérdida del amor fiel de su Padre que Jesús sintió en la cruz y que se ve en su clamor desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34). Recuerda que Él sufrió tan grande pérdida para que nosotros pudiéramos ganar tanto.
Cristiano, tu Padre celestial te ama, y si confías en Él con el tiempo llenará cada pérdida a medida que aprendas a encontrar tu gozo más profundo en Él.
Autor
Está casado con Cheryl y tienen tres hijos, Lauren, Micah y Abigail. Juntos han trabajado como misioneros en el Perú desde el año 2006. Es el pastor principal de la Iglesia Bautista Gracia, en el centro de Lima. Tiene su Bachiller en Educación de la Universidad de Bob Jones, y una Maestría en Teología de Calvary Baptist Theological Seminary.