Recuerdo que después de que una amiga muy querida diera a luz a su pequeña hija, le pregunté sobre cómo se sentía ser mamá, considerando que en ese momento yo aún no era madre. Y esto fue lo que ella respondió con mucha sabiduría, una frase que nunca olvidaré: “Ser madre es más hermoso de lo que puedes imaginar, pero también es más agotador de lo que puedes imaginar”. Años después, Dios me dio el privilegio de ser madre. Hoy, luego de tres años y medio de tener a mi pequeño Luan conmigo, debo decir que estoy plenamente de acuerdo con ella. Experimentar ese amor a primera vista, escuchar sus primeras palabras, ver sus primeros pasos, estar junto a ellos en los momentos más importantes de sus vidas, oír sus tiernas dedicaciones de amor y sus interminables abrazos; todo aquello se convierte en lo “más hermoso que te puedes imaginar”. Y sin duda, esas interminables noches sin dormir, ver a tu hijo enfermo, sufriendo, sentir la impotencia de no poder sanarlo de inmediato, lidiar con su pecado y el nuestro, todo ello es “más agotador de lo que puedes imaginar”.
Un regalo inmerecido
La maternidad es un regalo inmerecido de parte de Dios. Es inmerecido porque no existe mujer en este mundo que haya hecho algo lo suficientemente bueno como para merecer un hijo.Dios en su infinita misericordia nos ha dado el privilegio de ser dadoras y sustentadoras de vida, ya sean de hijos biológicos, adoptivos o espirituales.
Dado que la maternidad es un regalo de parte de Dios, solo Él puede darnos la perspectiva correcta acerca de ella. Por esta razón, necesitamos meditar en las verdades acerca de la maternidad a fin de no vivir de acuerdo a las mentiras que la cultura nos dice sobre ella.
“Un don del Señor son los hijos, y recompensa es el fruto del vientre” – Salmos 127:3
En la Biblia encontramos múltiples ejemplos de madres piadosas de las que podemos aprender qué implica ser una madre de acuerdo a la perspectiva divina. Ana es una de mis favoritas (1 S. 1:9-11). Ella deseó con todo su corazón ser madre, derramó su corazón ante Dios, confió en Su voluntad, dedicó su hijo a Dios aun antes de concebirlo. Cuando concibió lo crió en los caminos de Dios y a su debido tiempo lo entregó a Dios para que fuera un siervo para Su gloria. Ana pudo hacer todo esto porque conocía a Dios, confiaba en Él y lo amaba más que a cualquier hijo que Dios le diera. Él era suficiente para ella, y de igual manera, debería serlo para nosotras.
“Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén”, – Romanos 11:36.
Nuestra responsabilidad como Dadoras de Vida
Como madres, Dios nos ha dado una misión muy importante “instruir a nuestros hijos en los caminos de Dios”. Eso implica primeramente que nosotras debemos atesorar a Cristo, Su Palabra, nuestros tiempos con Él y la comunión con Su iglesia; pues no podemos instruir a nadie en algo que no es verdad en nuestras vidas. Por tanto, si Dios es realmente el Señor de nuestras vidas, nuestro Salvador, entonces viviremos por Él y para Él. De esta manera nuestros hijos podrán seguir ese ejemplo que ven en nosotras, pues ellos son nuestros primeros discípulos.
En segundo lugar, “instruir a nuestros hijos en el camino que deben andar” implica: enseñar, guiar, nutrir y disciplinar. Dios quiera que ocurra con nuestros hijos lo que pasó con Timoteo, donde Dios usó la fidelidad de su madre y su abuela para que él pudiera conocer, amar, confiar y obedecer a Dios.
Ésta gran responsabilidad que Dios nos ha dado, viene de la mano con todo lo que necesitamos para llevarla a cabo, pues Dios nos capacita día a día física, emocional y espiritualmente.
“Instruye al niño en el camino que debe andar y aun cuando sea viejo no se apartará de él.” – Proverbios 22:6
La maternidad, un medio que Dios usa para santificarnos
Sabemos muy bien que la maternidad no es algo fácil, de hecho está muy lejos de serlo, y es que a través de ella Dios nos confronta a diario con nuestros pecados. La maternidad es un medio que Dios usa para santificarnos, para depender de Él y para darnos cuenta que no estamos en control de nada. Solo Él y Su infinita gracia son suficientes para sostenernos cada día.
Como madres podemos pasar días en los que nos sintamos cansadas, agobiadas y frustradas, pero Dios no desea que enfrentemos este reto solas. Todo lo contrario, Él nos ha prometido caminar a nuestro lado para dotarnos de lo que necesitamos y así criar a nuestros hijos a Su manera.
Hay una frase del autor Paul Tripp que me encanta y dice así: “En la vida de tus hijos, eres la mirada del rostro de Dios, eres el toque de su mano y el tono de su voz”.[1] Eso significa que debemos ser unas dignas embajadoras de Cristo, para poder representarlo en la vida diaria. Para ello necesitamos morir a nosotras mismas; requerimos más de Él y menos de nosotras, precisamos que Él controle cada aspecto de nuestro carácter. Necesitamos depender de Él, todo el tiempo, para mostrarles a Cristo en la realidad. La buena noticia es que todo ello es más simple de lo que imaginamos, solo debemos acercarnos confiadas a Él y podremos obtener Su ayuda.
«Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro». Hebreos 4:16
Caminemos juntas
Es cierto que la maternidad, en alguna temporada más que en otra, implica una falta de interacción social. Tal vez pases días sin poder entablar una larga conversación con alguien más que no sea tu hijo. Sin embargo, déjame recordarte que no estás sola, tienes al mejor compañero de todos, tienes a Cristo. Él prometió que siempre estará con nosotras, solo tenemos que acercarnos a Él a través de Su palabra y la oración, así podremos verlo con más claridad. Además de ello, te aliento a que busques una amiga creyente, si es posible acércate a una madre de tu congregación, para que juntas puedan caminar en esta larga y hermosa travesía que es la maternidad, a fin de aprender, alentarse y orar una por la otra.
Finalmente, quisiera animarte a que atesores a Cristo, alimentes tu mente y corazón con Su verdad, a fin de que puedas enfocarte en la maternidad centrada en el evangelio. Espero que este artículo haya sido de edificación para tu vida y que juntas podamos abundar en Su gracia para toda buena obra a la que hemos sido llamadas por Cristo.
[1]Paul Tripp, Crianza de Hijos. Publicaciones Faro de Gracia. 2019. p 113
Autor
Es miembro de la Iglesia Bautista Gracia, y sirve en el ministerio de Cuna. Reside en Lima, Perú, con su esposo Danny Mercado y su hijo Luan. Es hija y sierva de Dios por su infinita gracia, le fascina leer, escribir, aprender y enseñar la Palabra de Dios .Es licenciada en Administración, especialista en Certificaciones ISO. Actualmente se dedica a tiempo completo a su familia y en sus tiempos libres escribe artículos para la Gloria de Dios.