La Ley y el Evangelio

Una persona que lee la Biblia, así sea eventualmente, puede notar que está llena de mandatos, prohibiciones y expectativas. Ella nos muestra qué hacer y qué no hacer. Estas reglas o leyes frecuentemente representan un obstáculo para la fe.

Los no cristianos se oponen al cristianismo porque parece “un sinnúmero de normas y reglas”. Y aún los cristianos fieles luchan para entender cómo es que la Ley de Dios y el Evangelio de Dios se relacionan. Después de todo, si estamos reconciliados con Dios por gracia y no por obras ¿Realmente importa si obedecemos o no?

En el afán de la obediencia vivimos en tiempos, donde algunos cristianos buscan tener una dependencia y satisfacción en lo que uno mismo es capaz de hacer para el Señor. Es preocupante ver algunos cristianos centrados en uno mismo, donde lo único que sale a relucir es su búsqueda de ser aceptados por Dios por medio de lo que hacen.

Cuando no entendemos la relación que existe entre la ley y el Evangelio somos llevados a dos errores opuestos pero que igualmente son destructivos: el legalismo y el libertinaje.

Tal como dijo Tertuliano, antiguo padre de la iglesia primitiva, “Así como Jesús fue crucificado entre dos ladrones, de igual modo el Evangelio ha sido crucificado entre dos errores”. En palabras más actuales Tim Keller, en su libro Iglesia Centrada dijo, “En el Evangelio encontraremos dos extremos que en términos teológicos se expresan en legalismo y liberalismo. Estos dos errores constantemente buscan corromper el mensaje poderoso del Evangelio”

Las personas legalistas continúan viviendo bajo la ley, creyendo que la aprobación de Dios de alguna manera depende de lo correcto de su conducta, en otras palabras, el legalismo refiere “tenemos que vivir una vida santa y buena para ser salvos”.

Las personas libertinas descartan la ley, creyendo que porque están “bajo la gracia”, las reglas de Dios no importan mucho, en otros palabras, el liberalismo manifiesta “por lo que ya somos salvos, no tenemos que vivir una vida santa y buena”

La solución a estos dos errores se encuentra en una correcta relación bíblica y profunda del Evangelio. Al entender el profundo diseño de Dios: la ley nos conduce al Evangelio y el Evangelio nos libera para obedecer la ley.

¿Cómo podemos llegar a ser la clase de personas que ama a Dios y se deleita en Su ley?

La respuesta se encuentra en el Evangelio. El libro, una vida centrada en el evangelio, nos brinda tres conceptos de que podemos ser aquellos cristianos que aman a Dios y se deleitan en Su ley.

Primero, es a través del Evangelio que nos damos cuenta de nuestra desobediencia a la ley de Dios. Todos hemos pecado por nuestra propia naturaleza caída, y por consecuencia nuestra desobediencia a la ley de Dios nos deja bajo maldición.

Segundo, es a través del Evangelio que somos liberados de la maldición de la ley. Cristo se hizo maldición por nosotros, para dar la bendición prometida. La ley ya no nos juzga, ya no estamos bajo la ley.

Tercero, es a través del Evangelio que Dios envía al Espíritu Santo a habitar en nosotros, transformando nuestros corazones, permitiéndonos amar a Dios y a los demás. El resultado de ser justificados, es que Dios ha derramado su amor, ese amor que naturalmente no está en nosotros, pues proviene de Dios mismo.

Un verdadero cristiano obedece la ley de Dios, pero no por obligación o deber, sino por amor porque “el amor es el cumplimiento de la ley”.

Romanos 13:10 “El amor no hace mal al prójimo, así que el cumplimiento de la ley es el amor”

Los legalistas y los libertinos no están enfocados en deleitarse en Dios ni en la ley, sino que están centrados en sí mismos, su pensamiento suele ser: “Guardo la ley, porque obtengo algo a cambio de Dios” o “No guardo la ley, porque sus mandamientos ya no están vigentes”; solo el Evangelio nos puede liberar de nosotros mismos y nos hace ver hacia fuera.

¿Cuál es el fin de la ley?

Romanos 10:4 “Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”

En otras palabras, el propósito, la meta, el objetivo de la ley es llevarnos a Cristo. Cuando realmente entendemos lo que este versículo está diciendo empezamos a ver que cada mandato de la Biblia nos apunta a Jesús, quien cumple ese mandamiento por nosotros y en nosotros. Él es nuestra justicia, no tenemos que construir una propia.

Entonces, ¿Cómo se relaciona la ley con el Evangelio?

El Evangelio nos muestra que es imposible ser alguien justo para absolver mi deuda delante de Dios. El evangelio nos enseña que es imposible hacer algo de justicia para que Dios me acepte. Pero al mismo tiempo ese mismo Evangelio me revela que no puedo vivir en una libertad haciendo todo lo que mi naturaleza pecaminosa quiere, sino más bien el Evangelio me muestra cuánto le costó a Cristo pagar por mi pecado en la cruz. La verdadera gracia siempre resultará en una vida transformada que reflejará santidad y justicia.

Por lo tanto, ten presente que cada día somos aceptados delante de Dios por lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Nosotros no somos capaces de hacer lo que la ley nos manda, pero Jesús lo ha hecho por nosotros, y puesto que Él vive en nosotros por Su Espíritu, hemos sido capacitados para cumplir la ley, no por obligación, sino por deleite.

 

 

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Vive en Lima, Perú. Es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Gracia. Tiene una Licenciatura en Educación, Maestría en Artes en Southern Baptist Theological Seminary y una Maestría en Divinidad en Midwestern Baptist Theological Seminary. Actualmente, es candidato al Doctorado en Ministerio en Southern Baptist Theological Seminary. Está casado con Laura, con quien tiene una hija. Le encanta leer y tener conversaciones acompañado con una taza de café.

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