El Retorno al Hogar

La gran mayoría de las personas tienen un anhelo de regresar al hogar. Esta idea, surge como resultado de ver al hogar como una figura predominante en la vida de una persona.

Desde que inició la pandemia en nuestro país, producto del Covid-19, muchos peruanos tuvieron que estar confinados dentro de sus casas. El hogar tomó ese concepto poderoso de refugio y seguridad frente a todo el caos que se vivía alrededor de la ciudad. Además, pasó de ser un lugar donde la gran mayoría de personas solo llegaban a dormir, a convertirse en un epicentro de muchas actividades.

Hacia bastante tiempo que no se veía a la familia completa, reunida y conviviendo días enteros por largas semanas. Muchos padres tenían, nuevamente, la oportunidad de desayunar y almorzar junto a sus hijos, y no solamente llegar en la noche para dar una despedida antes de dormir. Muchos esposos tenían que aprender nuevas maneras de organización, para desarrollar su trabajo de oficina (ahora en casa) y los quehaceres del hogar. Muchos padres llegaron a ser los instructores en el aprendizaje académico de sus hijos, siguiendo de cerca sus actividades y tareas.

Al leer por las páginas de las Escrituras, reconoceremos que al inicio de la creación existía un cuadro de la humanidad en su hogar perfecto, en un ambiente de paz en todas sus relaciones. Adán y Eva vivían en un lugar fructífero que no estaba contaminado, y no había la desesperación de producir fruto, ni buscar protección y abrigo.

Tim Keller menciona, “Este fue el mundo para el cual fuimos creados, un lugar donde no había separación del amor, ni decadencia, ni enfermedad. Era todas estas cosas porque era la vida frente al rostro de Dios, en su presencia. Estábamos allí para adorar y servir a su majestad infinita, y para conocer, disfrutar y reflejar su belleza también infinita. Ese fue nuestro hogar original, el verdadero país para el cual fuimos creados”.[1]

No pasó mucho tiempo y por causa del pecado en el corazón del hombre, Adán y Eva fueron echados del huerto de Edén. Ambos fueron exiliados de su lugar de descanso y paz. Tenían que abandonar su hogar. Desde ese punto, la decadencia nos perseguiría hasta ahora. Caín caminó errante y vagabundo por el asesinato a su propio hermano. José y su familia tuvieron que habitar en una nación extraña, Egipto, a causa de la hambruna en sus territorios. Luego de la muerte de José, los israelitas fueron tratados como esclavos por más de cuatrocientos años antes que Dios llamara a Moisés para liberar al pueblo.

La nación de Israel es una demostración de un grupo de exiliados deseando regresar a su lugar natal. Durante el tiempo del exilio, los profetas, en muchas oportunidades, anunciaron la restauración y el regreso de los judíos a sus tierras. Israel cayó bajo el dominio de Babilonia, seguido de los medos y los griegos, y por último los romanos, quienes invadieron y controlaron todo Israel.

El problema del exilio radica en el corazón.

Al igual como en el pasado, en el caso de Israel, ellos estaban profundamente en pecado; su orgullo, su soberbia e idolatría los llevó a una constante opresión del alma. Nuestro corazón no es diferente a los israelitas.

Nuestros problemas externos, en realidad son el reflejo de un problema interno del corazón que busca seguir sus propios pensamientos, su propia realización y desarrollo personal. Debido a nuestro pecado, nunca llegaremos a encontrar un lugar de verdadero reposo. El reflejo de nuestro corazón grita intensamente que necesitamos una renovación profunda e interna.

El exilio afecta toda nuestra manera de vivir.

El exilio es muy devastador. Vivimos en un mundo caído donde la desgracia y fatalidad no es indiferente al hombre. No hemos sido creados para vivir bajo la triste realidad de las enfermedades y los conflictos. Ni tampoco en un mundo donde todo fenece, incluyendo el hombre.

Sin embargo, a pesar de esta realidad, el hombre aún sigue buscando su “felicidad” en las cosas caídas de este mundo. Somos rápidos en encontrar nuestro descanso en cosas superficiales, temporales y efímeras. Y por si fuera poco, nos creemos la mentira, tarde que temprano, que esta vida lo es todo.

Este mundo pasará, y con ello sus deseos. No es el lugar que deberíamos desear (1 Juan 1:17). Necesitamos con urgencia un nuevo hogar totalmente diferente.

El verdadero descanso al exilio

Todos en algún momento de la vida deseamos regresar al hogar; y Jesús nos presenta el mejor Hogar. Jesús vino y vivió en carne propia el exilio que sólo nosotros merecemos llevar. Jesús, el Hijo de Dios, fue a las profundidades de la muerte y de la oscuridad, experimentando en su propia vida el dolor y el desamparo del Padre (Hechos 2:22-24).

El hombre no merece salir del exilio por causa de su pecado, mas Jesús por su gracia trajo al corazón una renovación con el fin de poder descansar en el hogar del Padre. En la consumación de los tiempos, Jesús convertirá este mundo caído en un mundo nuevo, donde habrá un cielo nuevo y una tierra nueva (Apocalipsis 21:1). Ese será nuestro verdadero hogar, donde cantaremos con gozo la grandeza de su gloria, donde comeremos junto a él en el banquete celestial, donde serviremos al prójimo sin ningún interés propio, donde amaremos a Dios, total y genuinamente por la eternidad.

Por la fe, podemos obtener una salvación fuera de nosotros; y aunque la muerte es irreversible, no es el fin. Podremos terminar diciendo: “y vivieron felices para siempre”. Jesús, el Hijo de Dios, vino a llevar al hombre al Verdadero Hogar.

[1] Timothy Keller, El Dios Prodigo. Editorial: Vida. Miami Florida, p.81

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Vive en Lima, Perú. Es uno de los pastores de la Iglesia Bautista Gracia. Tiene una Licenciatura en Educación, Maestría en Artes en Southern Baptist Theological Seminary y una Maestría en Divinidad en Midwestern Baptist Theological Seminary. Actualmente, es candidato al Doctorado en Ministerio en Southern Baptist Theological Seminary. Está casado con Laura, con quien tiene una hija. Le encanta leer y tener conversaciones acompañado con una taza de café.

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