El Evangelio y la Predicación

Creo que la mayoría de los predicadores sienten la profunda responsabilidad de desafiar a las personas a una mayor santidad. Tenía 21 años cuando prediqué mi primer sermón, y de hecho, quería que todos los oyentes sintieran la convicción de cambiar algo en su vida. Pensé que ese era el propósito de la predicación: Decirles lo que están haciendo mal, y desafiarlos a hacer mejores. En realidad, hacer esto, no es un instinto equivocado para un predicador. Si un predicador no cree que existe una conexión entre su predicación y la vida diaria de su congregación, no será un predicador eficaz. Sin embargo, cuando buscamos aplicar la Biblia en nuestros sermones, ¿Sabemos a qué estamos apuntando? ¿Sabemos cómo ayudar a las personas a realmente cambiar?

La Inspiración y el Moralismo

Hay dos tendencias comunes en la predicación. La primera la llamo Inspiración. Me refiero a ese tipo de predicación donde el objetivo principal es inspirar a las personas a ser mejores o alcanzar su potencial. En ese estilo de predicación, se minimiza el pecado y se hace énfasis en descubrir la plenitud de la vida cristiana.

La segunda tendencia en la predicación la llamo Moralismo. En este estilo de predicación, los desafíos morales y éticos se extraen de los textos bíblicos y se aplican al cristiano. Un sermón moralista normalmente termina con el desafío de hacer algo o dejar de hacer algo.

Aunque estos dos estilos de predicación se sienten muy diferentes, en realidad son muy similares. Ambos conducirán a uno de dos resultados. Por un lado, cuando una persona responde a la inspiración o a la presión ética por “hacer mejor”, inevitablemente se sentirá orgullosa de lo que ha logrado. Por otro lado, cuando una persona responde con fracaso a uno de estos dos tipos de predicación, la culpa, el desánimo y, finalmente, la desilusión se asentará.

¿Cómo ayudamos a las personas a cambiar de verdad?

El Cambio Bíblico Genuino

En la Biblia, una de las cosas que podemos notar es que las personas no cambian mucho a causa de su propio poder. Lo que encontramos es que una persona cambia porque Dios primero la humilla y luego la hace útil. Piensa en lo que Dios hizo con Moisés para cambiarlo. Dios lo envió al desierto durante cuarenta años. Lo que aprendió en el desierto fue que él no era nada; sin embargo, la gracia de Dios en su vida le daría el poder de hacer algo grande, sacar de la esclavitud al pueblo de Dios. Considera a David y los años que huyó del rey Saúl. Dios estuvo probando su humildad, y David aprendió a vivir dependiente de la gracia y la misericordia de Dios. Cuando su corazón se llenaba de orgullo y olvidaba la misericordia de Dios en su vida, inevitablemente se metía en problemas.

Entonces, ¿cómo puede cambiar un cristiano? Cambia a través de un proceso de humildad que conduce a un mayor gozo, una mayor santidad y una mayor utilidad. Por lo tanto, simplemente inspirarlos a que hagan mejor nunca producirá un cambio real en sus vidas porque no los llevará a través del proceso de la humildad. Traer solamente la culpa a sus conciencias a través de la predicación moral no va a funcionar, porque no les estamos apuntando a su necesidad de depender de la gracia de Dios.

¿Hay otra manera de predicar la Palabra que evite estos dos escollos, pero que aún permanezca fiel a la aplicación bíblica?

Una Perspectiva Centrada en el Evangelio

Si lees la Biblia detenidamente, encontrarás que dos verdades relacionadas con el evangelio salen a la superficie con bastante consistencia, variedad y claridad.

La primera verdad: El pecado es persistente y la humanidad es profundamente depravada. Esta verdad aparece en casi todas las páginas de la Biblia. ¿Alguna vez te has preguntado por qué los héroes de la Biblia tenían tantos defectos? Bryan Chapell, en su libro sobre la predicación, describe lo que él llama “El Enfoque de Nuestra Condición Caída”.[1] Cuando un predicador toma un pasaje de las Escrituras para predicar, debe considerar cómo ese texto muestra la naturaleza caída de la humanidad. La “caída” a menudo se manifiesta como pecado. A veces puede aparecer como algo relacionado con vivir en un mundo maldito: El dolor, la enfermedad, una sensación de nostalgia, la insatisfacción o la lucha por resistir la tentación.

La segunda verdadAunque Dios juzga el pecado, su misericordia y su gracia son abundantes y gratuitas. Esta verdad también aparece en toda la Biblia. La grandeza y la bondad de Dios se muestran constantemente a lo largo de las Escrituras.

El predicador moralista tiende a resaltar la primera verdad sin enfatizar adecuadamente la segunda verdad. Describe el pecado mostrado en un pasaje dado, pero en lugar de señalar a la gente el poder de la gracia de Dios para producir una vida cambiada, usa la culpa y el miedo para motivar a las personas a la santidad. El predicador inspirador tiende a resaltar la segunda verdad sin enfatizar adecuadamente la primera verdad. Anima a las personas a confiar en la gracia y la misericordia de Dios, y resta importancia a la necesidad de reconocer o lidiar con nuestra pecaminosidad.

La Aplicación Fiel en la Predicación

Existe una mejor manera de predicar y, específicamente, una mejor manera de aplicar las Escrituras en la predicación. La clave es aprender a buscar las maneras en que estas dos verdades se muestran en un pasaje dado de las Escrituras. Aprende a hacer estas dos preguntas cada vez que estudies un pasaje:

  1. ¿Qué dice este pasaje sobre la humanidad pecaminosa viviendo en un mundo caído?
  2. ¿Cómo nos señala este pasaje la gracia de Dios demostrada en el evangelio de Jesucristo?

Al predicar, queremos señalar fielmente a las personas esas dos verdades. Al ver en las Escrituras lo persistente que es el pecado, verán cuán persistente es en sus propios corazones. Por la gracia de Dios, se humillarán ante Dios cuando el Espíritu Santo los convenza de patrones pecaminosos en sus vidas. Luego, cuando les recordemos la gracia y la misericordia de Dios, comenzarán a ver que el cambio real no viene principalmente a través de mayor disciplina y esfuerzo, sino a través de un corazón cambiado que ama a Dios y quiere agradarle. Cuanto más les recordemos lo que Jesús hizo por el hombre en la cruz, más ablandará Dios sus corazones para que quieran agradarle. Ese es el cambio espiritual genuino que queremos ver en el pueblo de Dios.

[1] Bryan Chapell, Christ-Centered Preaching: Redeeming the Expository Sermon (Grand Rapids: Baker Book House Company, 1994), 40-44.

Autor

Más del autor

Está casado con Cheryl y tienen tres hijos, Lauren, Micah y Abigail. Juntos han trabajado como misioneros en el Perú desde el año 2006. Es el pastor principal de la Iglesia Bautista Gracia, en el centro de Lima. Tiene su Bachiller en Educación de la Universidad de Bob Jones, y una Maestría en Teología de Calvary Baptist Theological Seminary.

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