El Evangelio es Mejor que el Legalismo o el Antinomianismo

Timothy Keller, en su libro sobre la predicación, dice esto:

“Desde la Reforma Protestante, se ha entendido que hay dos errores aparentemente opuestos en los que puedes caer y dejar de aferrarte a este evangelio bíblico y su poder. Se llaman ‘el legalismo’, la opinión de que podemos poner a Dios en deuda con nosotros y procurar sus bendiciones con nuestra bondad, y ‘el antinomianismo’, la idea de que podemos relacionarnos con Dios sin obedecer su Palabra y sus mandamientos. Ambas palabras, derivadas de las palabras en latín y griego para ‘ley’, pierden un aspecto crucial de cómo funciona el evangelio”.[1]

¿Qué es el Legalismo? El significado más básico del término “legalismo” es la idea de que una persona puede salvarse por sus buenas obras. En realidad, muy pocos cristianos evangélicos afirmarían el concepto de la salvación por obras; sin embargo, encontramos que el legalismo funciona en nuestros corazones de maneras mucho más sutiles. Cuando piensas que el amor de Dios está condicionado por algo que tú haces, eso es legalismo. Cuando piensas en tu servicio en la iglesia, o la falta de pecados “terribles” en tu vida, o la constancia de tu obediencia a Dios como el crédito necesario para ganarte la aceptación de Dios, entonces has caído en las terribles garras del legalismo. Cuando a base de tus propios esfuerzos buscas la justificación para sentirte “espiritual”, eso es legalismo. La mayoría de los cristianos no piensan en el legalismo según estos términos, pero es exactamente lo que es. El legalismo está tan generalizado en el corazón humano que puede describirse con precisión como “una red de actitudes de corazón y carácter”.[2]

¿Qué es el Antinomianismo? El significado básico del término es la idea de que un cristiano no tiene que obedecer la ley de Dios. El antinomianismo es la mentalidad de que, dado que el amor de Dios es tan grande, realmente no importa cómo yo viva. Se afirma que, puesto que Dios me ama tal como soy, realmente no tengo que cambiar. Dios quiere que yo sea fiel a mí mismo. Es la idea de que soy libre como cristiano para hacer lo que quiera siempre y cuando no lastime a nadie.

Consideremos dos textos bíblicos que confrontan estos dos problemas.

Filipenses 3:4-9, “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe.”
En este pasaje, el Apóstol Pablo resume sucintamente que si alguien pudiera obtener el favor de Dios a través de sus propias obras o méritos, sería el mismo. Si lo que más importa es ser un judío correcto, Pablo era “hebreo de hebreos”, circuncidado, y de la tribu de Benjamín. Si lo más importante es la atención detallada a la ley de Dios, Pablo era un fariseo. Si el celo religioso es lo que más importa, Pablo era celoso, incluso hasta el punto de perseguir a los supuestos enemigos del judaísmo, la iglesia. Si lo más importante es la búsqueda personal de la santidad y la justicia para que ninguna acusación de hipocresía se le pudiera lanzar, Pablo era irreprensible. Pero Pablo dice que todas esas cosas no tenían valor como para ganar “puntos espirituales” con Dios. No funciona de esa manera. Y de hecho, nunca va a funcionar así. Pablo descubrió que lo que él necesitaba era una justicia que no podía producir por sí solo. Necesitaba que se le acreditara la justicia de Jesucristo, una justicia por la que no se puede trabajar; que solo se puede recibir por la fe.

Judas 3-4, “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.”

En este pasaje, Judas nos dice que quería escribir su carta a los creyentes acerca de “nuestra común salvación”, pero en cambio, vio necesario advertir a los creyentes que contiendan por la doctrina correcta, que contiendan ardientemente por la fe. ¿Por qué sintió esa necesidad? Su respuesta es que ciertas personas comenzaron a influir en los creyentes de las iglesias al enseñar un evangelio diferente. En las palabras de Judas, estuvieron “convirtiendo en libertinaje la gracia de nuestro Dios”. Al hacerlo, negaron a Jesucristo. En lo que resta de su carta, Judas da muchos ejemplos de personas quienes rechazan la autoridad, aman el dinero y viven por el placer. Judas confronta el antinomianismo. Convertir en libertinaje la gracia de Dios, es como decir: “Soy salvo por la gracia de Dios, y ahora soy libre para vivir según los deseos de mi carne”. Judas dice que si vives así, niegas a Jesucristo.

Comparando el legalismo con el antinomianismo. Lo que tenemos en estos dos pasajes bíblicos es el rechazo de Dios al legalismo y al antinomianismo. Ninguno de estos dos modos de pensar refleja con precisión la esencia de la vida cristiana. Ambos te alejan de Dios. Ilustran dos formas diferentes de entender cómo relacionarte con Dios, y ambos están drásticamente equivocados. Son destructivos porque finalmente te alejarán de Dios para siempre.
Hay una cosa interesante que debes entender sobre el legalismo y el antinomianismo. Aunque parecen ser problemas muy diferentes, y externamente se ven muy diferentes, en realidad son similares en la forma en que entienden a Dios.

Tanto el legalista como el antinomianista ven a Dios como un soberano que no ama de manera verdadera. El legalista ve a Dios como alguien que es avaro con sus bendiciones que solo las otorga cuando una persona mantiene los estándares correctos o hace las cosas bien. El antinomianista ve a Dios de la misma manera, como un soberano duro y sin amor que hace que las reglas sean demasiado difíciles de cumplir. Ambos ven la ley de Dios como una carga. La única diferencia entre los dos es que el legalista busca soportar la carga de la ley para obtener algo de parte de Dios, y el antinomianista se quita la carga y se niega incluso a tratar de vivir alineado con la ley de Dios. En ambos casos , hay una perspectiva distorsionada de Dios y de su bondad.[3]

Algo mejor que el legalismo o el antinomianismo. ¿Qué tiene que decir el evangelio a estos dos temas? En primer lugar, el evangelio confronta el legalismo. Me dice que soy aceptado por Dios en Cristo. La aceptación de Dios no depende de mí, de lo que yo hago o de lo bien que me comporto. Me recuerda que Jesús murió por todos mis pecados, y que la justicia que tengo me permite entrar en la sala del trono de Dios porque es una justicia que no es mía; es la justicia de Jesús la que ha sido acreditada a mí. Me llama a aferrarme al pleno amor de Dios en el evangelio y dejar de buscar formar mi propia justicia.

En segundo lugar, el evangelio confronta el antinomianismo. Me dice que Jesús tuvo que morir por mi pecado. Me enseña que mi pecado es tan terrible porque Dios es tan santo y bueno. Me llama a adoptar un estilo de vida sagrado que refleje un nuevo deseo de ser como Cristo. Me llama a ver la búsqueda de mi santidad como un llamado de amor de parte de Dios porque la santidad es el camino hacia el gozo.

¿Es el gozo genuino, dado por Dios, una parte real de tu vida diaria? Si no, puede ser que estés viendo a Dios a través de una lente de legalismo o de antinomianismo. ¡Regresa a las gloriosas verdades del evangelio! Alégrate en la obra completa de Cristo en la cruz que obtuvo tu salvación, y compromete tu corazón a buscar la belleza y el gozo de la santidad de Dios.

[1] Timothy Keller, Preaching: Communicating Faith in an Age of Skepticism (New York: Penguin Books, 2016), 49, Traducción propia.
[2] Ibíd.
[3] Ibíd., 52-54.

Autor

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Está casado con Cheryl y tienen tres hijos, Lauren, Micah y Abigail. Juntos han trabajado como misioneros en el Perú desde el año 2006. Es el pastor principal de la Iglesia Bautista Gracia, en el centro de Lima. Tiene su Bachiller en Educación de la Universidad de Bob Jones, y una Maestría en Teología de Calvary Baptist Theological Seminary.

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