Toda buena historia que se haya escrito tiene en su núcleo algún tema o idea que impulsa la narrativa a través de cada giro diferente de la trama hasta que llega a una conclusión hermosa o poderosa (o tal vez, trágica). A primera vista, la historia de la Biblia parece enfrentar algunas dificultades serias cuando se trata de encontrar un tema común o de descubrir una trama que mantenga unida toda la historia de una manera lógica y convincente. Considera, por ejemplo, que la Biblia fue escrita sobre un periodo de aproximadamente 2000 años, por 40 autores diferentes, quienes escribieron en tres idiomas distintos, en tres continentes. Considera que las vocaciones de estos autores incluyen una variedad tremenda: pastor, rey, erudito, pescador, profeta, general militar, copero y sacerdote. Considera, también, la variedad de propósitos en juego en sus escritos: algunos son registros históricos; otros dan instrucción espiritual y moral; otros pronuncian juicio; algunos, incluso, profetizan acerca de las cosas por venir.[1] Entonces, la pregunta que tenemos ante nosotros es: ¿hay un tema que une los 66 libros de la Biblia en una sola historia cohesiva?
Mucha gente hoy cree que el tema principal de la Biblia es que la gente debería ser buena. Mencionan los Diez Mandamientos y dicen que debemos tratar de vivir de acuerdo con ellos. Miran a Jesús y dicen que vivió principalmente para mostrarnos un ejemplo de lo que significa ser realmente bueno: cuidar a los pobres, ser manso, sacrificarse para el bien de otros, perdonar a los enemigos y cosas así. La Biblia ciertamente nos señala la importancia de ser buenos. Por cierto, somos criaturas morales a diferencia de los animales. Sin embargo, si el tema principal de la Biblia es un llamado a ser buenos, a ser mejores personas, a ser más amorosos y más comprensivos; entonces, ¿a dónde nos lleva la historia de la Biblia? ¿Nos da la esperanza de que algún día, por medio de nuestro esfuerzo por obedecer los mandatos morales de las Escrituras, podamos ser lo suficientemente bueno para vivir felices para siempre? ¡Seamos honestos! ¿Realmente tenemos en nuestro propio poder alguna esperanza de ser tan bueno como Jesús? Por supuesto que no. Entonces, si la Biblia no se trata principalmente de ser bueno, ¿de qué se trata? ¿Existe una trama central que pueda unir y dar un significado profundo a todas las pequeñas historias y otras cosas que se encuentran en la Biblia?
La respuesta a esta pregunta es que la historia del evangelio de Jesucristo es el tema que une toda la Biblia. Abarca la trama de principio a fin. Ahora, por supuesto, hay una gran cantidad de tramas menores que son muy importantes en la historia, pero la trama principal, el hilo que las une a todas, es la buena noticia de la salvación en Jesucristo. Todas La Escritura apunta a Jesús y su salvación. Debes notar que la Biblia no gira en torno de una filosofía o una idea. Es una historia, y en el corazón de la historia encontramos a una persona, la figura clave, Jesucristo. Podríamos eliminar a casi cualquier otra persona en la historia (Adán y Eva serían las notables excepciones, ya que son los primeros humanos en la historia) y la historia aún tendría sentido, aunque faltarían algunos componentes muy útiles. Pero si eliminamos a Jesús de la historia de la Biblia, ya no tenemos una historia. Todavía habría conflicto en la historia (el primer componente clave en cualquier historia), pero no habría para el conflicto ninguna resolución. Sin Jesús, la historia de la Biblia terminaría como cualquiera de las historias cortas escritas por el autor peruano, Julio Ramón Ribeyro, en las que el lector se siente vacío, insatisfecho y sin esperanza, porque el conflicto no alcanza una resolución.[2]
Hay dos cosas que quiero que vean con respecto a esta idea de que Jesús es la clave para entender toda la Escritura. En primer lugar, el mismo Jesús instruyó a sus discípulos que deberían aprender a interpretar el Antiguo Testamento como que habla de él y señala a Jesús. Lucas 24:44-47, “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. 45Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; 46y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.” Nota que Jesús se refiere ampliamente al Antiguo Testamento al mencionar la ley de Moisés, los profetas y los salmos. Era su manera de referirse a todo el Antiguo Testamento. Luego, Lucas nos dice que Jesús les abrió el entendimiento para entender las Escrituras. ¿Qué había en el Antiguo Testamento que no entendían? La respuesta de Jesús: que el Antiguo Testamento nos habla sobre el sufrimiento de Jesús (esto incluye su muerte) y su resurrección. Pero nota que no se queda ahí. Jesús les explica que el Antiguo Testamento también previó la realidad de que el arrepentimiento y el perdón serían predicados en el nombre de Jesús a todas las naciones. Ahora, observa la forma en que Jesús se refiere a todo esto. Él habla de “todo lo que está escrito de mí” en el cumplimiento del Antiguo Testamento. Entonces, cuando Jesús se está preparando para dejar la tierra, toma el tiempo para explicar a sus discípulos el mensaje central de las Escrituras, que él, el Mesías, vendría a morir por nuestros pecados, a resucitar para nuestra nueva vida, y para hacer posible la proclamación del perdón genuino de los pecados a quienes se arrepientan. Les estaba enseñando a centrarse en el evangelio en su comprensión del Antiguo Testamento.
En segundo lugar, quiero que vean que, desde el momento en el que Jesús los dejó, los discípulos captaron la enseñanza; entendieron que la forma correcta de interpretar el Antiguo Testamento es a través de un lente centrado en Cristo. Lucas nos dice en el primer capítulo de Los Hechos (Hechos 1:15-22) que después de que Jesús ascendió al cielo, los discípulos se reúnen en Jerusalén y se dedican a la oración. Luego, Pedro se levanta y guía a los discípulos a tratar la situación hecha por la pérdida de Judas. Él dijo que era necesario que la Escritura sea cumplida. Tiene en mente dos afirmaciones de dos salmos distintos escritos por David, y dice que David estaba hablando de Judas y de su relación con Jesús en ambos casos. Él cita el Salmo 69 en el que David dice: “Sea hecha desierta su habitación, Y no haya quien more en ella”, y el Salmo 109, “Tome otro su oficio.” Ahora, hubiera sido muy difícil para nosotros identificar esas dos frases y decir con confianza, “estas se refieren a Judas”. Pero no le fue difícil para Pedro. ¿Por qué? Porque entendió que toda la Escritura nos señala a Jesús (y su evangelio). Había aprendido que, aunque el Antiguo Testamento describe eventos reales en un tiempo real con personas reales que tienen emociones reales, el significado último (grande, principal, al largo plazo) de cada detalle del Antiguo Testamento se encuentra en Jesucristo.
Cuando se trata de predicar o enseñar el Antiguo Testamento de manera que Jesús y el evangelio tengan sentido para nosotros, hay dos cosas que debemos tener en cuenta. En primer lugar, debemos buscar entender cómo el pasaje en particular que estamos considerando encaja en todo el arco narrativo de la historia de la Biblia. La Biblia es una historia, la historia de “cómo Dios nos salva y renueva el mundo a través de la salvación por la gracia en su Hijo, Jesucristo”[3], y debemos tratar de entender cómo encaja nuestro pasaje en esa historia.
En segundo lugar, se puede ver a Jesús y el evangelio en todas las Escrituras de diversas maneras, y es nuestra responsabilidad tratar de comprenderlas. Hay una gran cantidad de temas que corren desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento, y nos señalan a Cristo. Estos incluyen cosas como: el reino, los pactos, hogar y exilio, el descanso y el día de reposo, la justicia y el juicio, y otros.[4] Cada uno de las principales figuras de la Biblia nos señala a Cristo y el evangelio en formas distintas. Cuando comenzamos a relacionar las promesas del Antiguo Testamento con sus cumplimientos, es imposible no ver a Cristo.
Tim Keller, en su libro, La Predicación, describe algo que muchos predicadores y maestros centrados-en-el-evangelio han descubierto a lo largo del tiempo. Hemos aprendido (o debería decir, “estamos aprendiendo”) a predicar a Cristo por instinto.[5] Cuando nos encontramos con un pasaje particularmente sombrío (y hay muchos de ellos) no podemos evitar de pensar en la depravación del hombre y en el pago por el pecado que era necesario. Cuando vemos que un esposo está actuando mal (también hay muchos en la Escritura) nuestros pensamientos corren a Jesús, el Esposo perfecto. Cuando leemos de los reyes judíos, pensamos en Jesús, el Rey (mucho) mejor que los demás. Cuando leemos acerca de cómo debemos actuar, recordamos que sin el poder de Jesús obrando en nosotros, ni siquiera podemos hacer lo correcto. En nuestros corazones, sentimos lo que es la verdad, que Jesús es el que da sentido a toda la Biblia porque es el mismo Dios que vino a salvarnos de nuestro pecado.
[1] Parte de la redacción de estas expresiones proviene de este artículo de Answers in Genesis, https://answersingenesis.org/the-word-of-god/3-unity-of-the-bible/ (consultado el 13 de junio de 2019).
[2] Un buen ejemplo de esto se encuentra en la historia de Ramón Ribeyro, Los Gallinazos sin Plumas, y Al Pie del Acantilado.
[3] Timothy Keller, Preaching: Communicating Faith in an Age of Skepticism (Penguin Books: 2016), 70.
[4] Ibíd., 73-74.
[5] Ibíd., 86-90.
Autor
Está casado con Cheryl y tienen tres hijos, Lauren, Micah y Abigail. Juntos han trabajado como misioneros en el Perú desde el año 2006. Es el pastor principal de la Iglesia Bautista Gracia, en el centro de Lima. Tiene su Bachiller en Educación de la Universidad de Bob Jones, y una Maestría en Teología de Calvary Baptist Theological Seminary.