Soy un pastor evangélico, y el hecho de que durante esta cuarentena no podemos reunirnos como iglesia es un tema importante para nosotros. Pongamos este problema en su contexto mundial. Las iglesias en todo el mundo no se reúnen durante esta crisis. Es una situación única en la historia de la iglesia cristiana. Por primera vez en los 2000 años de la historia del cristianismo, la gran mayoría de las iglesias en todo el mundo no se congregan los días domingo como hemos hecho durante muchos siglos.
Hace tres meses, la idea de no reunirnos como iglesia por un período prolongado nos hubiera parecido absurda. La idea de que el gobierno peruano prohibiría a las iglesias reunirse durante muchas semanas, incluso meses, nos hubiera parecido un abuso grave de la libertad religiosa. Sin embargo, la situación actual es única; nunca antes hemos experimentado una situación así.
Para los cristianos, la idea de “congregarnos” es un aspecto crucial de nuestro ADN religioso. La Biblia claramente nos ordena que no dejemos de congregarnos. Nos reunimos todos los domingos para hacer algo que solo se puede hacer juntos: adorar a Jesucristo de manera unida. Hay algo profundamente satisfactorio para nosotros como cristianos de reunirnos para cantar, para escuchar la Biblia, y para animarnos unos a otros. El gobierno nos ha prohibido ese privilegio en este momento. Puede que pase un buen tiempo antes de que el gobierno nos permita congregarnos nuevamente. ¡Nos duele! Un aspecto muy importante en cuanto a nuestra identidad como cristianos nos ha sido quitada, y no tenemos la garantía de que pronto nos sea devuelta. Sin embargo, incluso mientras escribo esto, lo hago de acuerdo con las decisiones tomadas por el gobierno peruano.
El gobierno está haciendo lo que debe hacer, lo que la Biblia dice que debe hacer un gobierno: tomar decisiones para la protección y el bienestar del pueblo. Como pastor, esto no es difícil de entender o aceptar. Hay dos temas que se enseñan en la Biblia que guían nuestra decisión de someternos felizmente a los requisitos del gobierno de no congregarnos como iglesia. Los temas son, “el amor al prójimo” y “la sumisión a las autoridades gubernamentales”. Ambos temas se enseñan claramente en la Biblia.
Sin embargo, hay algo que me preocupa. El poder siempre tiende a corromperse. Cuando un gobierno toma mayor poder en una emergencia, suele ser difícil renunciar a él. Me preocupa que se pueda establecer malos precedentes. Me preocupa específicamente que la libertad religiosa pueda ser afectada. Hasta este punto, de lo que yo sepa, el gobierno no ha tomado ninguna decisión para hacernos temer que la libertad religiosa se verá restringida cuando se acabe la crisis. Sin embargo, el proceso de regreso a “la normalidad” podría ser perjudicial para las iglesias si el gobierno no tiene cuidado de ser justo en la aplicación de sus políticas.
En el futuro, cuando el gobierno comience su proceso de volver a la población a sus rutinas normales, debe asegurarse de que sus políticas sean aplicadas a la población en general. Es decir, que no favorezcan a un grupo sobre otro cuando se trata de las restricciones que impone a la sociedad. A mediados de marzo, durante solo un par de días, el gobierno estableció algunas pautas, como el prohibir las reuniones de grupos de más de 300 personas, y prohibir las reuniones de grupos cuyo número excedía el 50% del aforo permitido por la ley en cualquier lugar de reunión pública. Mientras las restricciones como estas sean aplicadas a la población en general, por un tiempo limitado, los cristianos debemos aceptarlas. Si, por otro lado, el gobierno fuera a aplicar restricciones de tal manera que no se apliquen a todos los ámbitos, esto sería injusto. Si, por ejemplo, los eventos deportivos con concentración mayor que 300 personas fueran autorizados, pero las iglesias de más de 300 personas no puedan reunirse, las restricciones ya no serían aplicadas de manera general, y eso no sería justo.
Una de las señales para tener en cuenta en el futuro cercano será la cuestión de lo que el gobierno considera “servicios esenciales”. En este momento, esa lista de servicios esenciales es muy corta: la provisión de alimentos y medicamentos y casi nada más. A medida que el gobierno comience a añadir servicios a esa lista, ¿en qué momento las reuniones de iglesias se considerarán un “servicio esencial”? ¿Será posible que el gobierno permita a los cines funcionar como un “servicio esencial de entretenimiento” sin permitir que las iglesias se reúnan? ¡Espero que no!
Como cristianos, acabamos de pasar el evento más importante en todo nuestro calendario anual, la Semana Santa y, específicamente, el Domingo de la Resurrección. Celebramos en casa, sin el privilegio de reunirnos para cantar acerca de nuestro Salvador resucitado. Sin embargo, no nos quejamos. Entendemos la crisis del momento. Pero, nuestros corazones anhelan congregarnos nuevamente para adorar al Señor con nuestros hermanos en la fe. Nuestra esperanza es que el gobierno nos otorgue ese privilegio tan pronto pueda.
Autor
Está casado con Cheryl y tienen tres hijos, Lauren, Micah y Abigail. Juntos han trabajado como misioneros en el Perú desde el año 2006. Es el pastor principal de la Iglesia Bautista Gracia, en el centro de Lima. Tiene su Bachiller en Educación de la Universidad de Bob Jones, y una Maestría en Teología de Calvary Baptist Theological Seminary.