La primera vez que escuché a una persona hablar de la necesidad de conocer a Dios, me pareció una locura y hasta cierto punto pretencioso. Para mí, antes de ser cristiano, Dios era un personaje distante e imposible de conocer. Una cosa era saber algo de Dios, y de hecho mis maestros de escuela dominical si que sabían algo de Dios, pero otra cosa muy distinta era conocer realmente a Dios. Sin embargo, años más tarde entendí que, efectivamente, nadie podía conocer a Dios en su totalidad porque Él trasciende a la mente humana. El hombre está limitado en espacio y tiempo como para llegar a conocerlo en toda su magnitud. Pero a la vez entendí que era posible conocer a Dios debido a la iniciativa divina que Él tuvo para darse a conocer. Dios no solo es trascendente sino también inmanente, es decir, Dios se ha acercado a nosotros para que le conozcamos. Y sin lugar a dudas, el mejor libro que puedo recomendar para aquellos que desean conocer a Dios y disfrutar de una relación profunda con Él es la Biblia misma. Sin embargo, debo reconocer que Dios ha usado, a lo largo de la historia, hombres como J. I Packer, para extraer preciosas joyas de las Escrituras tocante a este tema. Por esta razón, me gustaría recomendarles una de sus más preciosas obras titulada “El conocimiento del Dios Santo”.
En este libro, J. I. Packer no pretende darnos una mera descripción intelectual o académica de como conocer a Dios, sino más bien pretende llevarnos a comprender algo de su carácter (como su soberanía, sabiduría, ira, amor, gracia, bondad y severidad), y de su obra (su encarnación, su vida perfecta, su propiciación, su expiación, su justificación, su santificación, entre otras cosas), con el propósito de humillarnos y revalorarnos como criaturas caídas, débiles, necias y necesitadas de Él. Pero también desea que cada creyente se acerque a Dios en plena certidumbre de fe y confianza, sabiendo que ahora en Cristo puede gozar de una relación única e íntima llamando a Dios ¡Abba Padre!, teniendo como base de la misma la adopción. Según sugiere el autor del libro, la adopción es el privilegio más grande que proporciona el evangelio, aún por encima de la justificación. Aunque este don (la justificación) gratuito de absolución y paz, obtenido por nosotros al costo del Calvario es por cierto maravilloso, no implica en sí mismo ninguna relación íntima ni profunda con Dios el juez. En la adopción, Dios nos recibe en su familia y a su comunión, y nos coloca en la posición de hijos y herederos suyos. En resumen, la doctrina de la adopción entreteje y a la vez constituye el puente entre el abismo que había con el Dios Santo y el hombre caído. Es por medio de la adopción que el hombre puede conocer a Dios más íntimamente.
Dios como Padre: (1) Garantiza su protección soberana basada en su compromiso contraído según su pacto. (2) Proclama su suficiencia como nuestro benefactor soberano y su carácter decisivo en su obra redentora en nuestro favor. (3) Garantiza a sus redimidos que nada jamás podrá privarnos de nuestra herencia. (4) Y, por último, garantiza que nada en este mundo nos podrá separar de su amor en Cristo, ya que él mismo es nuestro guardador soberano.
Nosotros como sus hijos: (1) Debemos responder con fe a las verdades que Dios nuestro Padre ha hablado. (2) Debemos responder con gratitud y alabanza frente a la realidad de que nuestro Señor Jesucristo en su grande amor siendo rico, se hizo pobre, para que nosotros fuésemos enriquecidos en Él. (3) Debemos responder con sumisión a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. (4) Debemos responder con confianza total y exclusiva a Dios por cuanto Él es digno. Entre otras muchas cosas que nos enseña Packer en su libro.
Ahora bien, aun antes de considerar la idea de comprar y de leer este clásico espiritual, deseo que medites en esta pregunta que el autor menciona al inicio de su libro. ¿Qué es lo que pienso hacer con mi conocimiento acerca de Dios, una vez que lo haya adquirido? Por favor, toma un momento para responder a esta pregunta. J. I Packer argumenta: Si buscamos el conocimiento teológico por lo que es en sí mismo, terminará por resultarnos contraproducente, es decir, si el conocimiento que adquirimos acerca de Dios no produce en nosotros un profundo deseo por conocer a Dios mismo y deleitarnos en él, a fin de que nuestro corazón responda en conformidad a Él, dicho conocimiento nos hará orgullosos y engreídos.
Nuestra meta al estudiar la Deidad deber ser la de conocer mejor a Dios mismo. Debe interesarnos ampliar el grado de acercamiento no solo a la doctrina de los atributos de Dios, sino al Dios vivo que los ostenta. Así como Él es el tema de nuestro estudio, y el que nos ayuda en ello, también debe ser el fin del mismo. Debemos procurar que el estudio de Dios nos lleve más cerca de Él. Con este fin se dio la revelación, y es a este fin que debemos aplicarla.
Autor
Sirve como uno de los pastores de la Iglesia Bautista Gracia, en Lima - Perú. Estudió una Licenciatura en Teología Pastoral en la Universidad Cristiana de Las Américas en Monterrey, México. Está casado con Jessica López con quien tiene un hijo llamado Josías.