Cada ser humano desde que empieza a tener uso de razón descubre la importancia de sentirse aceptado y valorado en el entorno en donde se desarrolla. Los sociólogos han dicho que la «aceptación social» es de vital importancia en la etapa de la niñez/adolescencia porque marcará y definirá tu vida adulta. Entiéndase por “aceptación social” como el grado de importancia y satisfacción que tiene la compañía de otros para la construcción de la personalidad, relaciones estrechas y duraderas. Todos necesitamos aceptación en los distintos círculos de comunión en las diferentes etapas de la vida, ya sean familiares, sociales o laborales.
Las expectativas y los estándares que demandan los diferentes círculos de comunión donde buscamos ser aceptados son de alto precio. Sin embargo, es algo con lo cual estamos conformes y dispuestos a pagar si deseamos pertenecer a dicho grupo. Por ejemplo: un joven universitario que anhela tener amigos significativos busca coincidir con los gustos y prácticas de sus amigos para tener algo en común y tema de conversación. Quizá son seguidores del Universo Marvel o amantes de la Liga de Campeones de Europa, leen libros en común, etc. O aquel profesional que no le gusta el café pero tiene que ir los fines de semana a Starbucks para pasar tiempo con sus compañeros de oficina, donde el propósito principal es tomar café y platicar de fútbol o algún tema candente en las redes sociales. Los círculos de comunión demandan esfuerzo, tiempo y dinero; y también suelen generar tristezas, angustias y desilusión. Así es la vida, a donde pertenezcas hay un precio que pagar; algunos lo verán como gasto, otros como inversión.
¿Qué pasa cuando tus gustos y prácticas no van muy acorde con las de tu círculo de comunión? Se produce la llamada “presión social”. Que no es más que la adaptación de tu persona al contexto donde te desenvuelves, con el fin de ser agradable y aprobado. Algunas personas, ya sea por temperamento y personalidad, suelen ser más populares, otros un poco aislados, extrovertidos e introvertidos, otros más aceptados, algunos un poco ignorados. Estos grupos de alguna manera están en todos los círculos de comunión en las distintas etapas de la vida, y cada uno de ellos están dispuestos a pagar el precio ¿Por qué? Porque todos necesitamos ser aprobados, y aceptados por alguien, por un círculo de comunión que nos haga más placentera la vida, a mayor o menor escala pero es la realidad.
Ahora ¿hay algo de malo en buscar la aceptación y pertenecer a los distintos círculos de comunión? No necesariamente. Pues es ahí donde experimentamos la mayor parte de las emociones que nos conforman como seres humanos. Si has tenido amigos significativos sabes a lo que me refiero. Las relaciones puede ser tan diversas, complejas y desgastantes, pero por los beneficios y satisfacciones que recibimos de nuestros círculos de comunión a los que pertenecemos vale la pena invertir.
No obstante, si has vivido lo suficiente podrás dar testimonio que todos esos círculos de comunión, por muy buenos y saludables que sean, no son suficiente para tu alma. Las Escrituras nos enseñan que el ser humano ha sido creado para la comunión, comunión con nuestro Creador y nuestro prójimo. No obstante, me temo que hemos elevado tanto la importancia de los círculos sociales, familiares, laborales, y hemos hecho a un lado el círculo de comunión más importante. La comunión con Dios.
Este círculo de comunión, está conformado por la majestad de la santidad de Dios, la revelación de la belleza de Jesucristo (Su Palabra), la oración ferviente (adoración) y el servicio al prójimo por medio de la gracia del Espíritu Santo. A este círculo de comunión jamás hubiéramos podido pertenecer. Las expectativas y los estándares son demasiado elevados y difíciles de pretender alcanzar por nosotros mismos. Nuestra condición de pecadores no nos hubiera dejado coincidir en gustos y prácticas en común. Sus metas y propósitos nos hubieran dejado sin tema de conversación. Pero, Dios con su gran amor con que nos amó (Ef.2:4) nos hizo aceptos en Cristo Jesús (Ef.1:6) y nos reconcilió con Él por medio de su sacrificio (2Co 5:18), para que tú y yo disfrutemos por medio de la fe de una preciosa comunión con Él. Este círculo de comunión ¡es lo que necesitamos! Es lo más importante para nuestra alma donde encontrará descanso, seguridad y satisfacción. La voluntad de Dios es que tengamos comunión con Él y disfrutemos de su presencia para siempre (Sal 16:11). Además nos ha capacitado para ello (Col 1:12) con la finalidad de traerle más gloria por medio de su gran familia (Fil 2:15).
¿Por qué buscaría saciar mi sed en una cisterna rota que no retine agua? De la misma manera, ¿Por qué buscaría saciar mi alma en una comunión meramente humana y terrenal, siendo que he sido creado y reconciliado para comunión perfecta y eterna?
Encontremos nuestra esperanza, sentido y propósito en la comunión con Dios. Vivamos de acuerdo a nuestra identidad y posición en Cristo, la cual nos permite disfrutar de una comunión perfecta con nuestro Dios trino. Que este círculo de comunión sea nuestra prioridad y afectará a los demás.
Autor
Es originario de Trujillo, Perú. Actualmente, estudia la Licenciatura en Teología Pastoral, en la Universidad Cristiana de las Américas. Le apasiona predicar la gracia de Cristo porque se deleita en ver la obra de Dios en la vida de las personas. Disfruta pasar tiempo tomando café, leyendo libros y escuchando música clásica.
- Luis Miguel Gonzaleshttps://blog.graciaenlima.com/author/luis-miguel/
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